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Fachada

La fachada actual es obra de Alessandro Galilei, que renovó la antigua en la primera mitad del s. XVIII por voluntad del Papa Clemente XII. En la inscripción del friso se ve claramente que la basílica está dedicada a “Christo Salvatori”, Cristo Salvador; en efecto, un poco más arriba hay un mosaico con el Rostro del Señor. El Símbolo de la Fe de Nicea (el “Credo”), que unió en el año 325 a todos los cristianos en la confesión de la única fe, debió de resonar pronto en la basílica.

A la izquierda de la inscripción central, aparecen los nombres de san Juan Bautista y san Juan Evangelista. La basílica fue dedicada también al primero a causa del baptisterio, que generó en la fe a tantos romanos. Y, a mediados del s. V, el Papa Hilario añadió la dedicación a san Juan Evangelista, a cuya protección atribuía su salvación cuando viajó a Éfeso, donde estaba enterrado el apóstol. 

La Basílica de San Juan de Letrán es llamada “omnium Urbis et Orbis ecclesiarum Mater et Caput”, es decir, “madre y cabeza de todas las iglesias de la ciudad de Roma y del mundo”. Así está escrito en la inscripción junto al ingreso central. En realidad, es la iglesia “apostólica” la que es “madre”, ya que todos reciben la fe de la única iglesia difundida por los apóstoles del Señor. Del mismo modo en que recibimos la vida, de generación en generación, no solo de los padres, sino, indirectamente, de todas las familias que en los siglos se han sucedido a partir de la primera pareja humana, así también recibimos la fe de quienes nos han donado el bautismo, que a su vez lo recibieron de otros hasta llegar a quienes lo recibieron de los primeros discípulos del Señor. Todos somos hijos de la “madre Iglesia”.

La Iglesia de Roma, de la que San Juan es catedral, puede ser llamada “madre de todos” porque cualquiera que esté en comunión con ella tiene la certeza de haber recibido la fe de la Iglesia madre de todos, debido a la función especial del Obispo de Roma, que garantiza la adhesión a esa única fe. 

El otro pórtico de ingreso se llama “sixtino” porque fue renovado por Sixto V. Este Papa también mandó colocar ante el pórtico el obelisco lateranense, el monumento más antiguo de Roma, erigido por el faraón Tutmosis III (s. XV a.C.) y posteriormente trasladado a Roma por Constancio II. 

La fachada acoge a todos los peregrinos que llegan a la basílica desde San pedro o desde el centro de la ciudad. La existencia de estas dos basílicas, la de San Juan -donde residieron los papas hasta su exilio en Aviñón- y la de San Pedro, con las consiguientes procesiones de una a otra que se desarrollaron a lo largo de los siglos, ha preservado las dimensiones urbanísticas de Roma hasta nuestros días, sin reducir nunca las dimensiones de la ciudad. 

 

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