Aunque la narración del bautismo de Constantino por el Papa Silvestre carece de fundamento, es cierto que el emperador quiso personalmente que junto a la basílica surgiese el monumental baptisterio. Constantino se bautizó cuando estuvo en el último trance, en el año 337.
El baptisterio lateranense fue el primero de una ciudad y, como la basílica misma, fue el modelo en el que se inspiraron todos los baptisterios antiguos, al menos en la península italiana. Los primeros cristianos de Roma se bautizaron en el Tíber -según cuenta Tertuliano-, exactamente como en todas las regiones de la Iglesia antigua, en la que se usaba el agua corriente y “viva”, sobre todo la de los ríos.
Pero pronto la comunidad sintió la necesidad de tener lugares propios, cubiertos y embellecidos con imágenes cristianas, porque la vida comunitaria precisa de lugares físicos en los que las personas puedan reunirse y celebrar. En definitiva, los baptisterios más antiguos, como el de Dura Europos, en Siria, de mitad del s. III, no nacieron como una concesión de un poder externo, sino de la vida misma de los cristianos y de su necesidad de expresar la fe en lugares apropiados, con palabras, signos y cantos, y con una expresión artística adecuada.