banner-palazzo-lateranense.png banner-palazzo-lateranense.png

Las dos Curias

La decadencia del Palacio Lateranense comenzó con la llamada “cautividad de Aviñón”, es decir, el intento del reino de Francia de someter al Papa y a la Curia a la voluntad del rey, y el consiguiente traslado de los Papas a Aviñón; un primer signo fue la supresión de los Templarios, a la que el papado de inicios del s. XIV no pudo oponerse con la fuerza suficiente. 

Al regreso de Aviñón, la residencia papal se transfirió a las inmediaciones de la basílica de San Pedro, de modo que el Palacio de Letrán cayó en un estado de progresivo deterioro. 

La remodelación del edificio realizada por Sixto V fue, al final, más simbólica que efectiva: en los siglos sucesivos, se dio al palacio diversos usos, pero ninguno fue permanente. 

Fueron los Papas del Concilio Vaticano II quienes intuyeron que era bueno diferenciar dos organismos: uno para servir al mundo entero y otro al servicio de Roma. Por eso, el Papa tiene hoy dos curias: la vaticana, para el mundo entero; y la lateranense, para la ciudad de Roma. Juan XXIII fue el primero en decir: «¡Si el Papa, obispo de Roma, reuniendo toda la administración diocesana en esta su catedral, pudiera concentrar aquí, con gran amplitud, toda la organización de la diócesis de Roma!». 

Pablo VI hizo realidad esta intuición en 1977, insistiendo en el papel del Papa como obispo de Roma y reorganizando en Letrán la vida del Vicariato. En un discurso de 1975 en Letrán, recordó el estado de desolación en el que se encontraba: «Recuerdo que la primera vez que vine a Roma -tenía ocho años y medio- se hizo una excursión hasta San Juan de Letrán. Aún me acuerdo muy bien del sentimiento de desolación que me sorprendió en aquella gran casa, tétrica, cerrada, y cuyos alrededores estaban abandonados. Y me dijeron: esta es la mater et caput. Recuerdo todas las veces que, joven estudiante, tuve ocasión de pasar ante aquel edificio, bello pero decadente: se veía en las ventanas y las puertas cerradas, en la imposibilidad de entrar. Y los muchachos y los jóvenes siempre sueñan: desde aquí hay que revitalizar la iglesia romana».

En los pontificados y con los vicarios siguientes, Letrán se ha configurado cada vez más en su nueva dimensión de servicio a Roma: así como el amor del pontífice por el mundo entero se manifiesta en la Curia vaticana, del mismo modo su amor a su diócesis se expresa en el trabajo de las Oficinas de Letrán que apoyan al vicario en esta misión. 

La basílica y los edificios anejos han reencontrado por fin su sentido originario; y su función es hoy claramente legible para quien se dirige allí en peregrinación y encuentra un lugar vivo y acogedor, signo expresivo de toda la comunidad romana.

 

3_Le-due-Curie-3.1.jpg 3_Le-due-Curie-3.1.jpg
3_Le-due-Curie-3.jpg 3_Le-due-Curie-3.jpg