3.1-Il-pronao-dei-catecumen.jpg 3.1-Il-pronao-dei-catecumen.jpg

El pronaos de los catecúmenos

La entrada original consistía en un pronaos con dos ábsides que se presentaba en todo su esplendor cuando se observaba desde el exterior, con las columnas realizadas entonces ex novo. Posteriormente, se cerró con lastras sobre las que se leen, siempre desde el exterior, antiguas inscripciones de peregrinos de la época medieval. 

En la edad constantiniana -el s. IV-, un gran número de personas entró en el catecumenado. La palabra “catequista” indica a aquel que activamente se hace “eco” de la Palabra divina que viene de lo alto, mientras que la palabra “catecúmeno” está en la forma “pasiva” de quien la recibe. 

Constantino fue probablemente un catecúmeno que retrasó su bautismo a pesar de haberse acercado a la fe cristiana. Lo mismo sucedió con otros importantes personajes que pospusieron durante largo tiempo su bautismo; los más famosos son los santos Ambrosio, Agustín, Jerónimo, Rufino, Paulino de Nola y, en oriente, Gregorio Nacianceno, Basilio y Juan Crisóstomo. 

En el pronaos se debía renunciar al diablo y hacer la profesión de fe en la Trinidad con la fórmula interrogativa que representa el Símbolo de la fe más antiguo.  

Los Hechos de los Apóstoles hablan de quienes recibían el bautismo junto con “todos los de su casa”; también en Roma, los que decidían bautizarse lo hacían con toda su familia. 

En el pronaos están las dos capillas de los santos mártires Cipriano y Justina -con un mosaico del s. V a racimos, un hemiciclo con el Cordero, cuatro palomas y pequeñas cruces enjoyadas-, y de las santas vírgenes Rufina y Segunda, martirizadas durante la persecución de Valeriano. 

 

3_Il-pronao-dei-catecumen.jpg 3_Il-pronao-dei-catecumen.jpg